miércoles, 9 de octubre de 2013

Las rejas de Lima

La integración territorial de una aglomeración urbana permite la reducción de las diferencias espaciales (a nivel geográfico) y se enfoca en reducir los problemas como la gentrificación[1] (fenómeno urbano del aburguesamiento) o la creación de barrios aislados y bloqueados.
El fenómeno inverso, la desintegración territorial, constituye una disfuncionalidad de la interacción global de cada zona urbana de Lima. Esto se plasma en la división de ciertas zonas de la urbe según las funcionalidades ejercidas a lo largo del siglo pasado, sin que exista una coexistencia armónica y simbiótica de dichas funciones. Esta anomalía apareció producto de la explosión demográfica a partir de los años 40 (migración y crecimiento poblacional) y el nulo respecto por el plan general de crecimiento urbano. El efecto más generalizado de la desintegración territorial es la dispersión caótica de los centros industriales, de los centros logísticos, de las agencias gubernamentales, de los centros financieros y de las habitaciones de la población (se forman naturalmente las ciudades dormitorio).
En medio del caos urbano, se pueden distinguir los conos « urbanos » (cono norte, cono este y cono sur) que concentran el 62% de las viviendas de Lima en el 2004, sin embargo las entidades públicas y privadas están concentradas en la zona central de la ciudad, denominadas “Lima Centro Histórico” y “Lima Moderna” (76% de las agencias bancarias, 77% de las empresas privadas y 90% de las instituciones públicas[2].


Fig. 1. Distribución de entidades públicas y privadas, y población de Lima. Elaboración propia sobre datos de Apoyo, fuente de la referencia (2)
Como si fuera poco el alcance de esta disfunción territorial, otros fenómenos de segregación y estratificación de la ciudad se observan a lo largo de Lima. Las plumas levadizas y las rejas batientes son los principales mobiliarios urbanos agregados por los ciudadanos en busca de aumentar los niveles de seguridad del barrio. Sin embargo, estos obstáculos se han convertido en verdaderos trampas para la libre circulación, tanto para los vehículos motorizados como para el tránsito a pie o en bicicleta, teniendo como efecto directo la disminución de la velocidad de tránsito. Las rejas y plumas bloquean las calles incluso en situaciones de emergencia y aumenta la siniestralidad de las viviendas.

Fig. 2. Rejas en Miraflores. Inclusive si permanece abierta, las rejas reducen el ancho de la vía de circulación. Foto: Andina.

La ordenanza 690

Muchas veces estas rejas se han colocado sin ninguna autorización municipal. Y para legalizar el acto, la Municipalidad de Lima regulariza el uso de elementos de seguridad en las calles en situaciones “sólo por la necesidad de protección de la población contra la existencia de riesgo fehaciente que pone en peligro la seguridad de la persona y de su propiedad”[3]. Según Aspec, en Lima existen más de 1200 rejas y plumas, de las cuales, el 93% no cuentan con las exigencias mínimas de la mencionada ordenanza 690[4].
En el documento se hace referencia a la temporalidad de la medida, en tanto las condiciones de riesgo a la seguridad ciudadana existan. Para instalar los elementos de bloqueo basta con mostrar un acuerdo del 80% de los vecinos conductores que quedan circunscritos en el área bloqueada. Además se precisa que los accesos peatonales deben quedar permanentemente abiertos, ahí donde una reja esté cerrada debe existir un vigilante a tiempo completo que autorizará el libre tránsito a sola demanda de cualquier persona, y no podrá exigir identificaciones ni condiciones para transitar. Sin vigilante -precisa la norma- las rejas y plumas deben quedar completamente abiertas.
Con esta medida la Municipalidad renuncia a su rol de administrador de servicio y planificador de una ciudad que necesita de medidas que integren las funciones; y evitar que se creen islas urbanas con un tránsito peatonal y vehicular interno limitados. Esta norma atomiza y provoca el caos en el paisaje urbano, y torna imprevisible la red de tránsito.

Fig. 3. Una reja bloquea completamente una calle durante el día en el distrito de La Molina. No se observa automatización ni vigilancia permanente. Foto: ASPEC.
La ordenanza 690 también precisa que no se pueden colocar rejas a las vías expresas, nacionales, arteriales o colectoras, que aunque pueda sonar sarcástico, ha sido mejor que se indique esto con claridad para evitar mayor enrejamiento en una ciudad que se enjaula a sí misma.




[1] Wikipedia, definición de la palabra gentrificación. http://es.wikipedia.org/wiki/Gentrificaci%C3%B3n
[2] Informe publicado en el diario El Comercio. Citado por Daniel Ramirez Corso. “Transformación metropolitana y exclusión urbana en Lima, del desborde popular a la ciudad fractal”.
[3] Municipalidad Metropolitana de Lima, Ordenanza 690 que regula el uso de elementos de seguridad resguardando el derecho a la vida, integridad física, libre tránsito y propiedad privada, del 9 de setiembre del 2004.
[4] ASPEC: ASPEC Alerta: Más de mil rejas en Lima la convierten en trampa mortal. Más del 90% de ellas no son autorizadas ni supervisadas. Peligrosa Situación de Vecinos que viven encerrados. www.aspec.org.pe

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se ve feo que la calles este cerradas con rejas en donde se ha visto eso
En que parte del mundo se ha visto eso en ninguna parte se ha visto eso,
Esta bien que los vecinos quieran protegerse de la Delincuencia pero con cerrar las calles no van a estar protegidos de la delincuencia..ahora no sólo ponen rejas ahora están poniendo un muro de cemento donde se ha visto eso se ve horrible...