miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Dónde me estaciono por favor?

Para quien viaja en una combi por la Av. La Marina o por la Av. Javier Prado en horas punta -medio doblado, haciendo equilibrio y pendiente de la seguridad de su mochila- pensar en conducir su propio automóvil puede ser un sueño en esas horas maliciosas de tráfico limeño. Pero, para quien conduce su propio vehículo –encerrado herméticamente para evitar los lavadores de parabrisas, esquivando combis y taxis, y acelerando para que no le toque el rojo del semáforo- conducir puede causarle mucho estrés en el trayecto al trabajo o al hogar, y sobre todo, pensar en dónde estacionar en el punto de destino.

Servicio puerta a puerta

Una de las mayores ventajas del uso del automóvil es el denominado servicio “puerta a puerta”, es decir, el automóvil reduce en teoría el tiempo de movilidad a la mínima expresión, al eliminar los tiempos de espera y transferencia usuales en el transporte público. En países en vías de desarrollo, significa también una mejora en el estatus social así como en la percepción de seguridad durante el trayecto.
El crecimiento abrumador de la cantidad de vehículos puede convertir el sueño en pesadilla. A finales de la década de los 80, con una economía cerrada y con barreras a la importación, tomar un taxi o conducir un auto aseguraban un trayecto sumamente rápido. Con la liberalización de la importación de vehículos de los últimos 20 años, que incluye la promoción de la importación de vehículos de 2da mano, se aumentó de manera exponencial el tamaño del parque automotor nacional con la consecuente congestión y reducción de la velocidad promedio de tránsito.
Si definimos a la congestión como “la condición que prevalece si la introducción de un vehículo en un flujo de tránsito aumenta el tiempo de circulación de los demás”[1](1), entonces nos preguntaremos en qué momento se rompe el equilibrio del flujo libre de los autos. La respuesta es más o menos evidente, cuando las arterias viales comiencen a superar su capacidad. En el Perú, el aumento del parque vehicular varía entre 5 y 10% anual de manera sostenida[2](2), sin que la inversión en infraestructura urbana tenga esa tasa de crecimiento.
En Lima se agregan anualmente entre 80 mil y 100 mil “nuevos”[3] (3) vehículos a las calles, sin que se ensanchen las vías, ni se construyan pasos a desnivel ni se habiliten nuevas playas de estacionamiento en esa proporción.

Ciudades concebidas para los automóviles

El desarrollo de la infraestructura urbana en función del tamaño del parque automotor puede tener consecuencias permanentes en el endeudamiento de las entidades gubernamentales. Al ritmo del crecimiento del parque automotor peruano, se requieren añadir varios millones de m2 por año en construcción de vías libres, pasos a desnivel y estacionamientos.
Por su desarrollo espacial extenso, las ciudades estadounidenses han sido el símbolo de ciudades energívoras dedicadas al automóvil. En muchas aglomeraciones norteamericanas, la baja densidad poblacional provoca una red muy extensa y costosa para la circulación motorizada. Estados Unidos, junto con Venezuela y México, son los países que menos impuestos cobran por los combustibles en América[4] (4). Más allá del alto consumo energético de las ciudades-automóvil, se derivan también problemas locales como la congestión, el agotamiento espacio urbano en la construcción de vías, problemas regionales como el agotamiento de recursos, y problemas de índole global como el cambio climático a raíz de la emisión de gases invernadero.
En simple aritmética, un automóvil necesita 12.5 m2 en su punto de estacionamiento. A lo largo del día, en promedio un automóvil está parqueado 22 horas y necesita dos puntos de estacionamiento, es decir, 25 m2. Si multiplicamos por 1,2 millones de autos en Lima, se requieren 30 millones de m2 de estacionamiento, y si consignamos un ratio promedio de costo de alquiler de espacio entre 3 y 5 USD/m2/mes, podemos inferir que el costo urbano del espacio de estacionamientos varía entre 90 y 150 millones USD por mes, es decir, entre 1080 y 1800 millones de USD por año que invierte la sociedad limeña en su conjunto para mantener los automóviles; parte de estos costos están generalmente hundidos y no lo absorben directamente los automovilistas. Si proyectamos que cada 7 años se duplica el parque automotor, tendremos idea del aumento del costo social de los estacionamientos.
Además, un auto necesita un espacio de circulación entre 20 y 30 m2 cuadrados en promedio, es decir, si en algunas vías limeñas se tiene tránsitos horarios de 10 mil vehículos, se requieren 300 mil m2 de vías. Si un automóvil sólo transporta una persona, el área requerida para esta movilidad es de 30m2, es decir, 0.03 personas / m2, es decir, una eficiencia menor a 1% con respecto al transporte público que transporta más de 4 personas / m2. Si a esto le agregamos el costo del espacio urbano necesario para la circulación, podremos sacar las primeras conclusiones de los costos que debe asumir la sociedad.



Fig. 1. Un anuncio llamativo para evitar que se estacionen en las salidas de las cocheras. (Foto en un barrio de Ciudad de México)

Soluciones en el horizonte

¿Quién debe financiar las vías y los espacios de estacionamiento? ¿cuál es el ritmo de inversiones? ¿cuál es el rol del transporte público en el balance de la movilidad social? Las preguntas rondan siempre las promesas electorales y son base de la discusión de expertos que ven progresar el problema del transporte hacia puntos sin retorno. El 75% de la población limeña sigue usando transporte público, y menos del 15% usa un automóvil particular para su tránsito diario. ¿El 75% de menos recursos debe financiar al 15% de mayores ingresos para reducir la congestión creada por el uso del automóvil?
Las respuestas no son simples, pero pueden darnos algunas pistas de reflexión que compartimos:
Financiamiento cruzado: En vista de la ocupación del espacio, sería recomendable que todos los estacionamientos sean pagados, y parte de esta recaudación debería a su vez retornar al erario para financiar proyectos de transporte público. El costo del estacionamiento constituye además un desincentivo al uso del automóvil, y aumentar la preferencia al sistema de transporte colectivo.
Pago de las externalidades del transporte: El impacto del combustible va más allá del simple costo al que se vende el carburante, existen muchos “costos hundidos” o externalidades, como la contaminación por partículas pesadas sin combustionar, los gases invernadero, el agotamiento de recursos, el aumento del tamaño de los vehículos, la promoción del consumo energético (a contrario de la eficiencia energética), e incluso, efectos indirectos como la dispersión urbana y las bajas densidades. Todos estos efectos negativos podrían menguarse con un real sobrecosto de los combustibles, es decir, mediante los impopulares impuestos.
Circulación preferencial para el transporte público: Dada la alta eficiencia del transporte público (4 personas/m2 vs 0.03 personas/m2 del vehículo privado), se deben dar carriles preferenciales para los buses de gran capacidad. Con un adecuado ordenamiento del transporte público, se puede reforzar el sistema actual.
Política de control de incremento del parque automotor: La abierta política de reducción arancelaria para los autos nuevos promovida por el ministro Cornejo en la anterior administración[5] (5) bajo el supuesto de que se reduciría la contaminación ambiental con carros nuevos, produjo un notable incremento del parque automotor, y en consecuencia aumento de la congestión y el déficit de estacionamientos en la ciudad. Esta promoción lobista de automóviles es muy frecuente en países fabricantes de vehículos, pero es muy extraña en un país netamente importador como el Perú. En países europeos o ciudades asiáticas, son frecuentes impuestos al tamaño de los motores de los autos nuevos (en función de emisión de gas carbónico, medido en gCO2/km) o tasas a las placas vehiculares.
Finalmente, no existen soluciones milagrosas, sino sistemas de transporte que se crean en función de las necesidades de la sociedad, y que deben ser desarrolladas a la par que una sólida cultura vial, fortaleciendo y promoviendo el sistema de transporte público.




[1] Ian Thomson y Alberto Bull, La Congestión del Tránsito Urbano: Causas y Consecuencias económicas y sociales. Cepal. 2002.
[2] Luz Ámbar, Importación de Vehículos Automotores, según estado y clase vehicular (2000-2009)
[3] La connotación de “nuevos” se refiere a vehículos adicionales, entre vehículos 0 kms y usados.
[4] Campodónico, 2009. Citado en la página www.despacio.org
[5] Perú 21. 26 de marzo del 2010. Cornejo: “Reducción arancelaria a autos nuevos renovará parque automotor” http://peru21.pe/noticia/452544/cornejo-reduccion-arancelaria-autos-nuevos-renovara-parque-automotor

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