Unos de los mayores elementos de nuestra cultura moderna y
urbana es la “combi[1]” , que resume muchas de las características de la forma desordena y poco
planificada en la que se erigieron las ciudades peruanas en las últimas décadas,
en especial Lima.
El nacimiento:
La combi entró de manera definitiva en nuestra historia y en
nuestro mundo cotidiano a partir del Decreto Legislativo 651 del 24 de julio de
1991, documento que constituyó la partida de nacimiento de estos vehículos en
nuestro sistema de transporte público. Este documento se gestó en el Poder
Ejecutivo quien contaba con facultades delegadas por el Congreso; en éste se
autorizaba a cualquier ciudadano o empresa a “prestar, bajo su responsabilidad,
servicio público de transporte urbano e interurbano de pasajeros en todo tipo
de vehículos automotores, salvo camiones y vehículos de dos ruedas”[2].
Un año después, el decreto 25789 que liberaba la importación
de vehículos usados constituiría la partida de bautizo y la consolidación
definitiva de la combi como el vehículo de transporte masivo que cambiaría la
imagen urbana.
Fig. 1. La cultura “combi” signo de la cultura urbana
peruana que nació en la década de los 90.
El Ejecutivo indicaba en aquel entonces que el problema
principal giraba en torno a las concesiones de las rutas de transporte y su
administración, en general no había una flota que garantizara la calidad,
oportunidad y seguridad del servicio, se trataba de un parque automotor muy
antiguo y reducido y con tarifas reguladas desde el aparato central del
gobierno.
Entre los considerandos del referido decreto se cita en
repetidas ocasiones la necesidad de mejorar la inversión privada, debiendo
eliminarse todas las trabas para que crezca la inversión. Enseguida, se
sustenta un enfoque basado en aumentar la oferta para que se permita satisfacer
la demanda de servicio.
Bajo estas premisas, el gobierno derogó la regulación de las
tarifas de transporte público, liberalizó todas las rutas de transporte público
incluyendo a las interprovinciales, y “promovió” la libre competencia.
Pero, ¿qué tan efectiva fueron esas medidas vistas desde muchos años
después?:
Como se dijo, uno de los motores de esta ley era el
mejoramiento de la calidad del servicio del transporte. Hagamos una evaluación
rápida de lo que esto significa:
1.
Oferta del servicio. Se
agregó un “modo” flexible de transporte, que iba a todas partes donde había
demanda. La oferta sin control está constituida principalmente de unidades
antiguas y vehículos usados importados que salieron de circulación en otros
países. La red de transporte aumentó y los puntos de embarque y descenso de
pasajeros se hizo infinito, uno puede parar una combi casi en cualquier punto
de la ciudad, convirtiéndolo en un servicio de puerta a puerta. Existe una alta
frecuencia, y casi a todas horas. La capacidad de los vehículos es mínima, sólo
12 pasajeros sentados. El desorden en el tráfico y la inseguridad consecuente
es evidente.
2.
Accesibilidad. Casi no se
utilizan los paraderos, y el embarque puede ser muy peligroso en caso de
avenidas transitadas o autopistas. La emisión de boletos de transporte se hace
en cada unidad y son aleatorios. No existe ningún control centralizado.
3.
Información. Más allá de los
letreros en el parabrisas o aquellos sujetados en vilo por los “cobradores” o
los “jaladores”, no existe un sistema informativo mínimo. No hay información
sobre el servicio prestado, la accesibilidad, la duración del trayecto, las
atenciones al pasajero, el confort, la seguridad, el impacto ambiental, el
tratamiento de reclamos, la identificación del embarque y del descenso.
4.
Duración del trayecto. Que
está en función de muchas variables que la hacen impredecible, pues además del
tráfico, depende básicamente del conductor y su ayudante. Los tiempos de
embarque y descenso pueden ser muy rápidos y peligrosos en caso haya
competencia con otras unidades, o puede ser muy lentos si la unidad está
esperando un número mínimo de pasajeros para justificar el viaje. No existe
puntualidad ni regularidad, todo está en función de la demanda existente.
5.
Atención al Cliente. Por lo
visto y actuado, el sistema “combi” sólo considera al cliente como un ingreso
monetario, sin ninguna otra cualidad a respetar. No existe orientación, ni
tratamiento de reclamos, ni respeto a tarifas preferenciales ni a personas en
condición especial. Muchas veces el trayecto es interrumpido si no se cuenta
con la mínima cantidad de pasajeros. En algunos casos se negocia el precio
según la distancia. La actitud de respeto al Cliente y una vestimenta adecuada
para el servicio son completamente ignorados por la mayor parte de combis.
6.
Confort. No existe
equipamiento de espera porque no existen paraderos definidos. La ergonomía es
un elemento faltante, la combi está diseñada para 12 personas sentadas pero
pueden sentarse más dependiendo de la contextura de los pasajeros. Pese al
tamaño del vehículo viajan personas de pie, “adaptando” la columna dorsal. En
cuanto al impacto de la conducción del vehículo, la constante competencia por
pasajeros se refleja en un ritmo incansable de aceleraciones y desaceleraciones
bruscas del vehículo. En cuanto a la calidad del aire, a la limpieza de la
unidad y al ruido, tienen niveles muy bajos.
7.
Seguridad. Debido a la
informalidad del medio, no existe un sistema de protección contra agresiones ni
personal de seguridad o policía. Como no hay paraderos definidos, la
iluminación en los puntos de descenso suelen ser baja. No existen puntos de
asistencia ligados a este sistema. La prevención de accidentes es inexistente y
la agresividad por captar pasajeros suele desencadenar accidentes.
8.
Impacto Ambiental. Debido a
que las combis en promedio superan los 20 años de antigüedad, los sistemas de
combustión están obsoletos y dañados. La contaminación atmosférica es
impresionante, en la década del 2000 transitar por las avenidas Tacna y Abancay
eran peligrosas para la salud por el grado de contaminación. El ruido y la
contaminación visual son aspectos que no son siquiera considerados. Los malos
olores, los desechos, el mal uso del espacio público son otros impactos
notables de este sistema de transporte.
Finalmente…
A veces se indica que una de las ventajas de esta decisión
fue el aumento de la empleabilidad de cualquier persona, sin embargo este
aumento súbito fue de empleo informal, es decir, sin seguros, sin CTS, sin
jubilación, sin pago de impuestos y sin condiciones sanas de trabajo. Sin
embargo, en una sociedad post-shock[3]
de los 90, esta medida pudo ser un alivio pasajero al grave desempleo del país,
aunque creaba descontroladamente el subempleo.
Las implicancias de este decreto fueron severas en la
sociedad, en la forma de nuestras ciudades, en el desorden de nuestras rutas,
en la agresividad de los conductores, en la competencia violenta por la
búsqueda de pasajeros. El enfoque basado sólo en la economía (libre competencia,
inversión privada y mercado autoregulador) como eje de desarrollo desestabilizó
el desarrollo del transporte y de las ciudades, y agregó un problema al proceso
urbano. Hoy en día es claro que las soluciones sostenibles y de largo plazo
deben agregar la visión social (urbana, educación, accesibilidad, salud,
seguridad, confort) y la visión medioambiental (contaminación, basura, efectos
barrera, energía, conservación urbana). El Estado no debe renunciar por
completo a su rol de regulador, el mercado libre en sí no puede generar el
sistema de transporte adecuado.
En cuanto a las combis, es necesario renovar el enfoque. Con
unidades tan pequeñas no se puede absorber el sistema masivo de transporte que
comprende más de 15 millones de viajes diarios en Lima. Sin embargo, podría ser
útil en zonas periféricas de menor densidad urbana como parte de la microred de
alimentadores hacia ejes troncales de transporte. Eso sí, deben evolucionar
como modo de transporte, superando los actuales problemas de calidad en el
servicio, ergonomía, seguridad entre otros tantos aspectos citados.
[1] La
palabra “combi” proviene de la frase alemana “Kombination kraftwage” con el que
se designaba uno de los modelos más vendidos en la historia del fabricante
automotriz Volskwagen. Ver enlace en http://encombi.blogspot.com/2007/11/diccionario-volkswagen.html
[2] Decreto
Legislativo 651, “Establecen la libre competencia en las tarifas de servicio
público de transporte urbano e interurbano de pasajeros de todo el país”.
Diario El Peruano. 24 de julio de 1991.
[3] En
agosto de 1990, el gobierno central decidió aplicar duras medidas económicas
para revertir los índices macroeconómicos y alinear las políticas centrales a
las demandas de los organismos financieros internacionales. Estas medidas se
conocieron como “paquetazo”, “shock” o”
fujishock”.
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